La sinceridad de la conciencia ecológica, no obstante, debe medirse, más que en palabras, en hechos, en acciones concretas. O, lo que es lo mismo, su valor se expresa en unidades de comportamiento cívico. Los recursos naturales son para el uso colectivo, nunca para la apropiación exclusiva ni para el abuso. Por esta razón, todo ciudadano debe tener incorporadas en su comportamiento una serie de conductas ecológicas básicas:
- Usar correctamente bienes naturales tan preciados como el agua, aun cuando se disponga de ella en abundancia; la tierra, las plantas y los animales.
- Procurar la limpieza del entorno, el mantenimiento de las mejores condiciones posibles de salubridad y el ahorro energético.
- Utilizar con comedimiento los productos químicos y las sustancias nocivas que se vierten por un conducto u otro a la naturaleza, tales como detergentes, insecticidas o plaguicidas.
- Preferir productos y sustancias biodegradables.
- Evitar la acumulación incontrolada de detritos y escombros, y proceder a la recogida selectiva de los materiales de desecho y de las basuras para someterlos a operaciones de reciclaje.
En otros países, y sobre todo en sectores de la sociedad faltos de estructuras sociales o sanitarias suficientes y donde la vida se desarrolla a menudo en condiciones muy precarias, muchas de estas conductas están necesariamente supeditadas al desarrollo previo de las mejoras de la calidad de vida de las personas; una calidad de vida difícil de alcanzar y que debe construirse sobre bases de equidad y de justicia social.
No obstante, las transgresiones contra el deber de respetar los ecosistemas, de no ensuciar ni destruir el propio entorno natural, se deben en muchos casos a la irreflexión. La progresiva deforestación de las grandes selvas; las catástrofes provocadas por las centrales de producción de energía, por los vertederos inadecuados, por la caza y la pesca de especies en peligro de extinción, por las talas indiscriminadas que abren paso a la creciente desertización del planeta, por la grave contaminación de lagos y ríos..., son resultado de una indiferencia que, por sus efectos, debe corregirse mediante una mayor conciencia ecológica y la educación de la conducta cívica y solidaria.
Sería una irresponsabilidad imperdonable dejar que la negligencia, la inconsciencia o la indiferencia de hoy impidieran a las generaciones de mañana conocer la naturaleza tal como nosotros la conocimos y disfrutamos en nuestra juventud. También aquí el civismo puede decir la última palabra de fe en la humanidad y de esperanza en su futuro.