El diálogo, en cualquiera de sus formas o manifestaciones, es esencial para la convivencia humana.

El progreso de la civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades, en las que la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y estructuras extraordinariamente elaboradas. La división del trabajo permite un avance sin igual en la producción de bienes, que por primera vez puede ir más allá de la simple lucha por los alimentos. Se desarrolla así la artesanía, la escritura y una "ciencia" incipiente, pues no todo el mundo tiene que producir ya su propio sustento.
Este innegable proceso, sin embargo, convierte a los ciudadanos en dependientes unos de los otros, pues la ciudad funciona tan solo si cada cual ejerce adecuadamente su papel, y exige un sofisticado sistema de cooperación. Por ello, el hombre pasa a ser político: la organización y el respeto mutuos son, a partir de este momento, lo más urgente y necesario para todos los ciudadanos.

domingo, 4 de marzo de 2012

La defensa de la vida natural.

La era contemporánea ha conocido un gran cambio en la concepción de la ética y el civismo, concretamente en la segunda mitad del siglo XX cuando ha aparecido un terreno hasta ahora ignorado para la conducta moral: el compromiso de respeto hacia la naturaleza. Las nuevas y extraordinarias capacidades industriales de la sociedad humana han demostrado poseer un terrible poder de destrucción sobre los ecosistemas naturales, y existe cada día una conciencia más clara de la necesidad de evitar estos efectos perniciosos del progreso. El ecologismo lleva la iniciativa en este movimiento de defensa de la naturaleza, que, sin embargo, puede entenderse, en el fondo, como una defensa de la humanidad misma. Las generaciones por venir serían los verdaderos perjudicados si la sociedad de hoy día no logra controlar la desmesura destructiva en la explotación de los recursos y el maltrato del medio animal.

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