El diálogo, en cualquiera de sus formas o manifestaciones, es esencial para la convivencia humana.

El progreso de la civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades, en las que la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y estructuras extraordinariamente elaboradas. La división del trabajo permite un avance sin igual en la producción de bienes, que por primera vez puede ir más allá de la simple lucha por los alimentos. Se desarrolla así la artesanía, la escritura y una "ciencia" incipiente, pues no todo el mundo tiene que producir ya su propio sustento.
Este innegable proceso, sin embargo, convierte a los ciudadanos en dependientes unos de los otros, pues la ciudad funciona tan solo si cada cual ejerce adecuadamente su papel, y exige un sofisticado sistema de cooperación. Por ello, el hombre pasa a ser político: la organización y el respeto mutuos son, a partir de este momento, lo más urgente y necesario para todos los ciudadanos.

sábado, 3 de marzo de 2012

Educación cívica y conducta solidaria.

La vida comunitaria facilita la superación del espíritu individualista, reforzando la capacidad de comprensión mutua y la inserción en el contexto social.
En muchas ocasiones, en nuestra sociedad (sobre todo cuando su funcionamiento se basa en una cierta competición de todos contra todos, o en el individualismo, que a menudo degenera en una competencia agresiva hacia el otro o sin ningún tipo de reglas) se hace difícil la subsistencia de valores colectivos. Y sin embargo, aunque a menudo se exaltan los valores del individualismo y la competitividad, se hace cada vez más evidente la necesidad de practicar la solidaridad y el civismo de respetar la diversidad étnica, cultural y lingüística.
El civismo es una ética de lo minúsculo, no exige nunca heroísmos, sólo pequeños gestos, que sin embargo, sumados, muestran su poder y su fuerza, Hay quien deja pasar a menudo la oportunidad de comportarse cívicamente porque cree que "no cambiará nada" con ello, pero es precisamente en ese caso, cuando todo el mundo piensa así, cuando no cambia nada de verdad. Pensar cívicamente es aprender a darse cuenta de que cualquier pequeño gesto de solidaridad y de civismo tiene el valor de una aportación personal a la mejora de la calidad de vida colectiva.

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