El diálogo, en cualquiera de sus formas o manifestaciones, es esencial para la convivencia humana.

El progreso de la civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades, en las que la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y estructuras extraordinariamente elaboradas. La división del trabajo permite un avance sin igual en la producción de bienes, que por primera vez puede ir más allá de la simple lucha por los alimentos. Se desarrolla así la artesanía, la escritura y una "ciencia" incipiente, pues no todo el mundo tiene que producir ya su propio sustento.
Este innegable proceso, sin embargo, convierte a los ciudadanos en dependientes unos de los otros, pues la ciudad funciona tan solo si cada cual ejerce adecuadamente su papel, y exige un sofisticado sistema de cooperación. Por ello, el hombre pasa a ser político: la organización y el respeto mutuos son, a partir de este momento, lo más urgente y necesario para todos los ciudadanos.

domingo, 4 de marzo de 2012

Diálogo y solidaridad.

Existimos gracias a que coexistimos, a que existimos con los otros, con los semejantes, con los iguales. Y la coexistencia se vive en el diálogo y por el diálogo. La persona solidaria empieza por no sentirse indiferente ante la suerte de los demás. No podemos existir más que coexistiendo, y no podremos desplegar todas las potencialidades de cuanto podemos llegar a ser más que en compañía y con la ayuda de los otros. Por ello, la indiferencia frente al entorno y los problemas y dificultades de los demás no deja de ser una actitud de egoísmo, de insolidaridad.

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