El diálogo, en cualquiera de sus formas o manifestaciones, es esencial para la convivencia humana.

El progreso de la civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades, en las que la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y estructuras extraordinariamente elaboradas. La división del trabajo permite un avance sin igual en la producción de bienes, que por primera vez puede ir más allá de la simple lucha por los alimentos. Se desarrolla así la artesanía, la escritura y una "ciencia" incipiente, pues no todo el mundo tiene que producir ya su propio sustento.
Este innegable proceso, sin embargo, convierte a los ciudadanos en dependientes unos de los otros, pues la ciudad funciona tan solo si cada cual ejerce adecuadamente su papel, y exige un sofisticado sistema de cooperación. Por ello, el hombre pasa a ser político: la organización y el respeto mutuos son, a partir de este momento, lo más urgente y necesario para todos los ciudadanos.

domingo, 4 de marzo de 2012

Hacia una solidaridad más efectiva.

En cualquier caso, la solidaridad debe ser activa, eficaz y concreta. De lo contrario, la indiferencia podría degenerar en insensibilidad. Una de las formas más extendidas de la solidaridad es el asociacionismo. Cuando varias personas comparten unos mismos intereses, aficiones o preocupaciones, tienden a unirse. Así surgen asociaciones de tipo muy diverso, desde partidos políticos y sindicatos hasta clubes de amigos o de actividades deportivas. El hecho de participar en una asociación, de cualquier tipo, lleva a compartir, porque ésta es la única razón de ser de estos grupos. Por eso, las personas que los integran suelen tener un alto sentido de la participación social.
El asociacionismo es una pieza fundamental de la democracia, y este es un gran valor, sobre todo ahora, cuando, a causa de la creciente complejidad del tejido social, algunos órganos institucionales han perdido el contacto con las aspiraciones y las preocupaciones de la gente. A parte de otros intereses particulares, son muchas las asociaciones que realizan tareas de solidaridad, de ayuda, de atención a las necesidades de otros colectivos: tareas de formación, de asistencia sanitaria, de atención económica o social, de prestación de servicios diversos.
Estas asociaciones realizan una función social insustituible, dado que concentran sentimientos de solidaridad y humanitarismo que están presentes en la sociedad y que necesitan un cauce para actuar. Por ello, los órganos políticos democráticos deberían hacerse eco inmediato de estas acciones.

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