El diálogo, en cualquiera de sus formas o manifestaciones, es esencial para la convivencia humana.

El progreso de la civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades, en las que la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y estructuras extraordinariamente elaboradas. La división del trabajo permite un avance sin igual en la producción de bienes, que por primera vez puede ir más allá de la simple lucha por los alimentos. Se desarrolla así la artesanía, la escritura y una "ciencia" incipiente, pues no todo el mundo tiene que producir ya su propio sustento.
Este innegable proceso, sin embargo, convierte a los ciudadanos en dependientes unos de los otros, pues la ciudad funciona tan solo si cada cual ejerce adecuadamente su papel, y exige un sofisticado sistema de cooperación. Por ello, el hombre pasa a ser político: la organización y el respeto mutuos son, a partir de este momento, lo más urgente y necesario para todos los ciudadanos.

viernes, 17 de febrero de 2012

Un lenguaje correcto.

En un estudio sobre el civismo no se puede pasar por alto la importancia que el buen uso del lenguaje tiene para una convivencia civilizada. Si "hablando se entiende la gente", quiere decirse que es preciso cuidar la palabra como cauce de la comprensión recíproca, requisito primero de toda convivencia. Sin comprensión, por mínima que sea, se puede vivir en proximidad física, pero no en convivencia plena y lograda, que comporta intercambio de ideas y proyectos comunes.
La primera condición del lenguaje es que sea correcto, y para ello habría que empezar exigiendo la corrección gramatical. Pero no nos ocupamos aquí de cuestiones gramaticales. Aquí la corrección se centra justo en el lenguaje como forma comunicacional de ideas y sentimientos que, además de formularse en forma instrumentalmente adecuada al contenido que se ofrece, han de decirse sin ofensa a la dignidad de las personas y sin menoscabo del respeto a sus opiniones.
Siempre han existido diversos niveles en el uso del lenguaje, que van del culto y sofisticado, propio de la minoría con acceso a la lectura y al saber, hasta el lenguaje vulgar. La educación pretende romper esta frontera y permitir que cualquier persona pueda expresar sus ideas al mayor nivel. Se considera habitualmente que la grosería y las palabras soeces son obstáculos al respeto y a la comunicación amable entre las personas. No falta, sin embargo, quien defienda algunas de estas expresiones como "maneras de hablar" perfectamente correctas o, cuando menos, tolerables. Se tendría que hacer, sin embargo, una precisión fundamental: la tolerancia con las "maneras de hablar" termina, inevitablemente, cuando se falta al respeto a los demás.
El uso de expresiones vulgares encuentra su límite en el momento en que se ofende a las demás personas, o cuando se utilizan de modo irreverente instituciones o valores que, si quizás no merecen una buena consideración para el que habla, si pueden merecerla a los oídos de los demás. Por ello, el uso de expresiones vulgares o irreverentes es peligroso y debe cuidarse siempre el respeto debido, sin que valga aquí excusa alguna.
La corrección en el uso del lenguaje no afecta sólo al contenido de la comunicación, sino también a su contexto.
Según el entorno, el momento, la disponibilidad de ánimo de las personas presentes, el motivo que anima la comunicación, el nivel de conocimiento y confianza mutuo y de otros factores contextuales, los márgenes de tolerancia en el uso del lenguaje podrán ser más o menos estrictos, pero en ningún caso se debe sobrepasar el límite de lo correcto, de lo amable y del respeto.
Algunas personas, no obstante, tienen dificultad para poner su nivel de comunicación en función de los demás. Excesivamente preocupados por sí mismos, se limitan a una comunicación egocéntrica, es decir, centrada en sí mismos, y no son conscientes de la molestia o el enojo que su proceder o sus formas de expresión producen en los otros. El comportamiento cívico parte de un principio básico: no estamos solos, nuestra conducta cívica se define siempre en referencia a los demás; por ello, la comunicación egocéntrica es difícil de conciliar con el comportamiento cívico. Y no se trata sólo del contenido y la forma del lenguaje, sino también del modo como se produce la comunicación.

  • La gesticulación incontrolada o excesiva, el acompañamiento de la frase con aspavientos, manotadas, empujones y otros muchos gestos que pretenden llamar la atención de los demás, que son conductas frecuentes en los adolescentes, suelen ser muestra de escaso autocontrol e indican pobreza de expresión.
  • El atropellamiento en la toma de la palabra, sin esperar que el otro acabe de manifestar su opinión, anticipándose a quienes esperan intervenir y acaparando el tiempo de la conversación, suele ser una conducta muy desagradable y a menudo genera tensiones y provoca discusiones innecesarias. Estos comportamientos suelen ser la causa de que la conversación acabe con el enfado de quienes participan en ella.
  • La falta de comedimiento en el tono de voz, el intentar gritar más que el otro con el fin de hacerse oír o de desviar la atención del grupo, o el hecho de iniciar una conversación con un sector del auditorio de modo que se superponga a la conversación general, son conductas que suelen distraer la atención, impiden la comunicación y se convierten en un mero ruido.
  • Tampoco es correcto interrumpir la conversación para introducir otro tema ajeno al que se está tratando y antes de que éste se considere concluido. Esta actitud es señal de indiferencia hacia los intereses de los demás y constituye, por lo tanto, otra muestra de comportamiento egocéntrico que debe evitarse.
  • Finalmente, es siempre desaconsejable el uso de expresiones valorativas que tiendan a desautorizar las expresiones de los demás, tales como "eso son tonterías", "qué sabrás tú", "a mi me lo va usted a decir", etcétera, En todos casos, este tipo de expresiones significa la adopción de posturas de fuerza frente al otro y la renuncia a la argumentación y a la crítica, y demuestra siempre en quién las usa falta de respeto y tolerancia hacia las demás personas.

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