El diálogo, en cualquiera de sus formas o manifestaciones, es esencial para la convivencia humana.

El progreso de la civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades, en las que la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y estructuras extraordinariamente elaboradas. La división del trabajo permite un avance sin igual en la producción de bienes, que por primera vez puede ir más allá de la simple lucha por los alimentos. Se desarrolla así la artesanía, la escritura y una "ciencia" incipiente, pues no todo el mundo tiene que producir ya su propio sustento.
Este innegable proceso, sin embargo, convierte a los ciudadanos en dependientes unos de los otros, pues la ciudad funciona tan solo si cada cual ejerce adecuadamente su papel, y exige un sofisticado sistema de cooperación. Por ello, el hombre pasa a ser político: la organización y el respeto mutuos son, a partir de este momento, lo más urgente y necesario para todos los ciudadanos.

domingo, 26 de febrero de 2012

Civismo y convivencia familiar.

Las relaciones humanas en el ámbito de la familia y el hogar son estrechas. Por tanto, el establecimiento de una convivencia pacífica y respetuosa entre todos los miembros que la componen debe convertirse en una necesidad primordial. Pero a veces la convivencia familiar resulta difícil y surgen problemas de relación o enfrentamientos entre las personas: con los padres o los abuelos, con los hermanos, etcétera.
El enfrentamiento surge casi siempre de la incomprensión, del encastillamiento de cada cual en su posición y en su forma de ver las cosas, sin atender a los problemas del otro. Una dinámica que haga posible una buena convivencia familiar pasa inevitablemente por el diálogo abierto, por la predisposición a escuchar y a ponerse en el lugar del otro.

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